Los fanáticos

Odio a los fanáticos. De cualquier cosa, llámese futbol, algún rockstar o, lo peor, de algún dios. ¿No te re encabrona que lleguen a la puerta de tu casa a decirte que sólo se salvarán 144 mil almas y que traten de convencerte de que en su religión está la respuesta para ser uno de esos 144 mil?

Me revienta el hígado cuando los domingos, día para dormir mucho y levantarse tarde, llegan los monigotes vestidos de traje a la puerta de mi casa. Yo, amablemente, les digo que no me interesa. Ah, pero como son unos tercos aferrados hijosdelachingada no se van de la puerta hasta que les reciba un folletito chaqueto plagado de estupideces sacadas de un libro que dicen que lo escribió el mismísimo Dios. Digo que dicen, porque si lo hubiera hecho algún dios, no tendría tanta idiotez en su contenido, pero eso es tema de otro texto.

Hace algunos años me topé a una tipa que se aferraba a que la Biblia contiene respuestas a TODAS las preguntas que el HOMBRE se pueda hacer. Lo primero que le hice notar fue que decir HOMBRE para referirse a la HUMANIDAD es demasiado excluyente y machista y que viniendo de una mujer es intolerable escuchar tal error. Le valió madres. No recuerdo muy bien las cosas, el chiste es que llegó un momento en que se aferró a que la Biblia, en un solo versículo, decía que el Sol es una esfera y no algo plano, tratando de demostrarme así que la religión no está peleada con la ciencia aunque Galileo haya sido enjuidiado por la Santa Inquisición. El versículo dice algo así como "el disco solar" y un disco no es una esfera. En fin, me harté de escuchar tanta pendejez proveniente de una sola persona y decidí dejarla hablando sola como perico. Así que le dije que me retiraba ya que necesitaba llegar a una cita y se me hacía tarde. ¡Horror! La tipa, toda alterada porque no dio resultado su lavado de cerebro, me siguió por Insurgentes Sur hasta la Plaza Cuicuilco. Yo le sacaba ciertos metros de ventaja, así que me apuré a llegar donde estaban los elementos de la PBI y, usando mis dotes histriónicos, le dije a uno de ellos que una loca me venía persiguiendo y que necesitaba esconderme porque temía por mi integridad. Sacado de onda, sí, pero me ayudó, me metió a su cabina hasta que vimos pasar a la fanática testiga de Jehová, gritando y haciendo ademanes violentos.

En otra ocasión llegaron, me parece que mormones, a la puerta de mi casa, eran una mujer y un niño. La mujer usaba un vestido azul, largo hasta los tobillos, de cuello alto y con manga larga, además de un sombrero ridiculísimo. El niño traía un traje de dos piezas, color negro y corbata del mismo color, camisa blanca y zapatos brillosos. Era verano y el calor estaba insoportable. Mientras la mujer en cuestión trataba de convencerme de unirme a su clan, el niño sostenía no sólo su portafolio, sino también un montón de propaganda mormona. Su semblante era un poco débil y se notaba cansado y sediento. Sin tomar en cuenta a la mujer, voltee a ver al niño y le pregunté si quería tomar un poco de agua fresca. La mujer, antes que el niño pudiera siquiera abrir la boca, respondió que no, que el señor le recompensará. ¿Su papá? Pregunte tratando de aparentar ingenuidad. El Señor Dios le recompensará en el Reino de los Cielos. Algo así respondió. Bueno, dije yo, mientras eso pasa, ¿puedo ofrecerle un poco de agua de fruta? Fue como si le hubiera mentado la madre o algo peor. Su rosotro se transfiguró y comenzó a decir no sé qué cosas. Obviamente no hice caso a sus maldiciones. Afortunadamente después de eso se retiró de mi puerta. Desafortunadamente el niño no probó agua hasta quién sabe qué hora.

Me dan risa, lástima y tristeza los fanáticos católicos. Un día, allá donde vivo, uno de ellos se enteró de que yo no profeso religión alguna ni creo en ninguna deidad. No es algo que me avergüence, al contrario, pero ojalá no se hubiera enterado. En plena calle, saliendo él de misa, comenzó a vociferar en mi contra llamándome Satanás, hijo del diablo, hereje, hijoputa, pinche ateo, y no me acuerdo qué otros insultos prohibidos por el catolicismo. Pero eso sí, persignándose en público y rogando a Dios por la hermandad de la humanidad entera.

No, no, no gente. Eso de "tener fe", es decir, creer ciegamente en algo que nunca podrás comprobar si es cierto o no, es la más grande de las estupideces de la humanidad, aunque también una de sus más grandes necesidades. Tener fe es dejar que otros decidan por ti mismo, dejar de ser uno mismo para ser la extensión humana de un libro o un proverbio. Tener fe anula toda voluntad en el individuo. Y, en casos extremos, y no por eso aislados y poco frecuentes, puede producir fanáticos detestables como los que acabo de mencionar. Por salud, aléjense de cualquier clase de fanatismo y/o fanático. Gracias.

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