Sobre la marcha del 2 de octubre

El viernes pasado fue 2 de octubre. El 41 aniversario de la cobarde matanza que el estado mexicano llevó a cabo en contra de estudiantes, obreros, amas de casa, jóvenes… en contra de un pueblo.

Como cada año, hubo una manifestación conmemorativa. Partió de la Plaza de las Tres Culturas y se dirigió por el Eje Central Lázaro Cárdenas hacia la plancha del Zócalo.

Llegué tarde. No suelo llegar tarde a esas manifestaciones que regularmente tienen hora de inicio a las 4 de la tarde. Pero ese viernes llegué a las 5:00 pm. La columna ya había avanzado. Al ir caminando hacia la vanguardia, ya que a mí nunca me ha gustado quedarme con un colectivo sino recorrer toda la marcha de punta a punta para tener una imagen amplia de la misma, me fui encontrando con agradables sorpresas. Caras familiares. Rostros amistosos y otros no tanto.

Me agradó toparme con el colectivo de la Universidad Pedagógica Nacional que comúnmente contaba con 20 o 30 individuos y que esta ocasión cobijaba a unos 100 o más. Fue también agradable ver que los seis de la seis ya no son seis. Me explico: hace algunos años el colectivo de la Preparatoria 6 (UNAM) estaba formado por sólo seis personas más o menos y todo mundo decía bromeando que eran los 6 de la 6. Y el viernes ya no eran 6, eran unos 150 individuos.

Los normalistas rurales, como siempre, fueron un chingo y con una súper mega mantotototota que sólo podría ser apreciada con vista aérea. Los de la UAM festivos, festivos como también los de la ENAH, quienes actualmente se encuentran en pie de lucha en contra de la modificación a su calendario escolar que significaría el sacrificio de toda una generación.

Todo iba bien, a mi parecer, hasta que alcanzamos a llegar al Palacio de las Bellas Artes. Fue ahí donde un grupo de porros, provocadores, comenzó a lanzar pintura en contra de edificios y policías que, si bien es cierto que su número era una exageración más de las características del gobierno represor de Marcelo Ebrard, no estaban más que observando. Cierto, de vez en cuando a algún azul se le ocurría azotar su escudo contra el suelo propiciando sustos y enojos por parte de los manifestantes, pero nada fuera de lo normal. Pero como les decía, comenzaron los porros a arrojar cosas contra los edificios y contra los uniformados, éstos comenzaron a responder avanzando, pegaditos y sin dejar filtrarse a nadie, hacia los agresores.

A algunos nos dio tiempo de cruzar la valla de policías y entrar a la explanada de Bellas Artes. Los manifestantes pacíficos trataron de hacer lo mismo, pero la valla de puercos no los dejaba. Hubo un herido (uno que yo vi, no sé si hubo más, y fue atendido por miembros del ERUM) a causa de la terquedad y estupidez de los marranos. Comenzaron a aislar a los porros. Hubo manifestantes que cayeron en el juego de los provocadores y comenzaron a arrojar botellas, líquidos y hasta tabiques (ni puta idea de dónde los sacaron). Sonaron cohetes, detonados por porros. Arrojaron gas lacrimógeno, los policías. La gente corrió temerosa hacia la Alameda Central. Algunos gritaban "no corran", otros "ni un paso atrás", otros "vamos a armarnos wey". Luego comenzó a llegar gente llorando. Hicimos una llamada telefónica para asegurarnos de que nuestros compas estaban bien.

Pasaron escasos 10 minutos cuando todo se había "calmado". Caminamos por el perímetro de la explanada hasta llegar al Eje Central, cruzamos la avenida y caminamos por las escaleras del edificio ese que está a un lado del Sanborn's de Los Azulejos. Se respiraba gas todavía. Luego se abrió el paso a los manifestantes pacíficos. La zona parecía lo que había sido, un campo de batalla. Caminamos por Madero rumbo al zócalo. En el camino veíamos gente llorando. Gente que pedía una Coca-Cola o un dulce. Gente que estaba emputada por la agresión. Vimos una calle semivacía que no correspondía a la imagen de esa calle en las marchas del 2 de octubre.

Esperamos en la banqueta para ver pasar a los contingentes que se habían quedado atrás. Algunos venías tristes, otros encabronados, algunos hablando por celular para localizar a sus compas diseminados, otros avisando de los que estaban en el emepé. En los rostros de los puercos se notaba una ligera sonrisa motivada por el "triunfo" que se adjudicaron frente a la Torre Latinoamericana.

A lo largo de la marcha se vieron manifestaciones artísticas, performanceras, batucadas. Alguien en sus zancos. Las clásicas consignas "porque el color de la sangre jamás se olvida, los masacrados serán vengados", "si tú pasas por mi casa y tú ves a mi mamá, tú le dices que hoy no me espere, que este movimiento no da un paso atrás", "alerta que camina la lucha estudiantil por América Latina", "Felipe culero, tan simpático, tan agradable, tan fascista el hijo de su pinche madre", "yo soy, ¿quién?, el obrero, que sí, que no, el obrero", "estudiar y aprender para tira nunca ser", "estudiante con cero, seguro granadero", y muchas más que no recuerdo. Hasta esa bonita consigna que dice "policía huevón, por eso estás panzón". Los anarco-punx cantando "negras tormentas agitan los aires, nubes oscuras nos impiden ver, aunque nos espera el dolor y la muerte, contra el enemigo nos llama el deber". Las normalistas gritando "¿no que no?, ¡sí que sí!, ¡ya volvimos a salir!". Los de la UPN "el maestro luchando, también está enseñando".

Durante la caminata encontré rostros que no veía hacía tiempo. Algunos que me reconocieron y otro que no. Con algunos me detuve para caminar a su lado. Con algunos sólo para cruzar un saludo.

A una cuadra antes de entrar en la plancha del Zócalo, las consignas se hacían sonar y resonar entre las paredes de los edificios coloniales de Madero. Las voces se llenaban de esa euforia que brinda el escucharse coreado por cientos de gargantas más. Ya en el Zócalo hubo quienes tomaron el micrófono para repudiar las políticas del gobierno, para hablar de la memoria del 68, para declarar que la crisis debe ser pagada por los capitalistas y no por los pueblos. Algunos reunían a sus respectivos contingentes para el pase de lista y saber a quién buscar en el MP. Otros descansaban. Otros platicaban. Otros buscaban alimento para reponer la energía consumida.

La gente comenzó a irse, a sus casas, a sus escuelas, o al Ministerio Público. Ahora sabemos que hay aproximadamente 25 detenidos o más a causa de las provocaciones de los porros. Ésos que reciben sueldo del gobierno, ésos a los que no les hacen nada. Que llegan a sus casas a dormir tranquilos como si nada hubiera pasado. Que no les remuerde la conciencia ni sabiendo que a causa suya, a causa de su prostitución hay detenidos que no deberían estarlo.

Las marchas, siempre lo he pensado, no son más que para el desahogo de los que luchan. Porque realmente una marcha no cambia el rumbo de las cosas, lo que sí lo cambia son las acciones diarias. Una marcha es para gritar consignas, no para agredir o caer en provocaciones. Los policías están de más cuando se trata de una marcha conmemorativa. Los porros y provocadores también están de más. La política del gobierno de introducir infiltrados en las manifestaciones para provocar las agresiones también está de más.

En fin, que debemos seguir alertas por lo que pudiera sucederles a estos compas detenidos. Que debemos saber actuar en estos casos y no dejarnos llevar por la corriente, y menos por la corriente de la provocación.

¡Basta ya de tanta burla y estupidez del Estado!
¡Repudio a la represión vivida por parte de los granaderos!
¡Fuera provocadores que manda el Estado a las marchas!
¡Basta ya de reprimir al pueblo y a los estudiantes!
¡Porque el color de la sangre jamás se olvida!

Comentarios