¡Peatones al poder!

(Je-je, sí, está mamón el título de este post, pero bueno, pasemos a lo serio.)

Acá donde trabajo hay una callecita que conecta dos avenidas importantes, de hecho, dos Ejes Viales. Y esa callecita, por las mañanas y en hora pico, se convierte en un verdadero cuello de botella. Tiene dos carriles nada más, pero uno sirve de estacionamiento. Así que sólo le queda uno para recibir el tráfico de una avenida de 5 carriles. Es una cosa verdaderamente horrorosa.

Y más horroroso y tortuoso es intentar cruzar dicha callecita para llegar al edificio donde laboro. No saben la de broncas que sufren los más asustadizos al intentar cruzar, ya que los conductores nunca ceden el paso. ¿Y quién lo hace en esta ciudad?

El caso es que he visto gente que espera hasta diez minutos para poder cruzar esa callecita. Y todo porque los conductores que quieren entrar a esa callecita se abalanzan sobre cualquier mínimo espacio para asegurarse su lugar en la fila. Esto hace que entre coche y coche haya por lo regular un espacio de 5 centímetros.

Y por ahí no se pude caminar. Así que los desesperados caminantes detenidos tienen que rodear a los más rezagados autos para poder atravesar esa pequeña callecita y así poder llegar a su lugar de trabajo. O a donde sea que se dirijan.

Ahora bien, la velocidad a la que se mueven estos autos no suele ser mayor a 2 km por hora. Es un verdadero embotellamiento.

Cuando yo paso por esa callecita no me detengo. Cruzo sin hacer alto en la banqueta, porque si me detengo a esperar a que me cedan el paso, nomás nunca pasa eso. Así que, con firmeza en la decisión y sin prisa en mis pasos, cruzo nomás. Por lo regular los cinco o seis o más que están ahí esperando para atravesar me siguen en mi pausado trayecto y así logran cruzar el camino.

Y este es sólo un ejemplo, casos como el de esta callecita son cientos. Y la gente siempre actúa de igual modo. Pasiva, temerosa. Y lo ideal sería un verdadero empoderamiento de las calles por parte de los peatones, que las calles vuelvan a pertenecer a los caminantes y no a los monstruos de metal llamados automóviles. Que se aparcan donde sea, obstruyendo el paso a peatones y discapacitados por igual. Que incluso se suben a las banquetas para su comodidad y nuestro enfado. Y es que en esta ciudad la educación cívica no es el pan nuestro de cada día.

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