Procesión de un entierro en las calles de mi ciudad

El poeta que más me gusta leer y escuchar es, sin duda, Jaime Sabines. Y me gusta muchísimo cuando escribe sobre la muerte. Yo creo que el hecho de ser citadino ha influido en que me encante su poema La procesión del entierro, les dejo aquí un parte de él.
La procesión del entierro en las calles de la ciudad es ominosamente patética. Detrás del carro que lleva el cadáver, va el autobús, o los autobuses negros, con los dolientes, familiares y amigos. Las dos o tres personas llorosas, a quienes de verdad les duele, son ultrajadas por los cláxones vecinos, por los gritos de los voceadores, por las risas de los transeúntes, por la terrible indiferencia del mundo. La carroza avanza, se detiene, acelera de nuevo, y uno piensa que hasta los muertos tienen que respetar las señales de tránsito. Es un entierro urbano, decente y expedito.

Jaime Sabines
Es cierto, cuando se ha tenido que enterrar a algún pariente nos vamos en carro al panteón, en autobús o incluso en la caja de algún camión de volteo.

Ya saben que trabajo en una colonia del sur del DF, esta colonia aún conserva muchas tradiciones como si se tratara de un pueblo en provincia. Hace unos meses, en julio para ser exactos, tuve la oportunidad de presenciar la procesión de un entierro. Al parecer se dirigían al Panteón Xoco. Me dio gusto ver que en esa procesión no iban en carros, ni en autobuses. Es más, hasta un mariachi tocando Las golondrinas iba acompañando al cadáver. Tal vez a Sabines le hubiera gustado verla:

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