Una piedrita

Domingo por la mañana. Fui tempranito a comprar un poco de potasio frutal para hacerme un delicioso desayuno lácteo. Cuando regresaba con mi mercancía en mano me encontré de frente con uno de mis tíos. Nos saludamos cordialmente, como suele ser en la familia.

Solo unos pasos atrás de él venía un sujeto con un palo de escoba como bastón, o como cayado, no lo sé. El tipo era moreno, alto, los huesos de la cara se le notaban bastante, traía un sombrero tipo Ron Damón, y tenía los ojos muy abiertos. Hablaba con voz muy baja y movía las manos un tanto desesperadamente al hablar. Dirigió a mí su mirada y me preguntó:

—Oye, ¿te puedo hacer una pregunta? Mira, es que quiero comprarme una piedrita y la otra vez me llevaron por el callejón pero la verdad es que ya no sé dónde es y...
—Ah, no, no sé dónde pueda ser.
—¿No?.. bueno... gracias.


Chale, ¿qué pedo con este wey? Y ¿qué pedo con mi colonia?

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