Septiembre me gusta. O más bien, antes me gustaba.

Y no es para menos. Empezando con que el día uno es mi cumpleaños y, a pesar de que no me gusta hacer grandes festejos, sí me gusta esa fecha. Hay pastel con mi familia. Abrazos con los que me aprecian. Y uno que otro regalito.

Cabe decir que no siempre hablo de mi familia, pero en verdad los adoro. Podrán tener sus defectos, como cualquier persona, pero mi familia es la onda.

Vuelvo al tema. Septiembre es el mes perfecto para comer elotes asados y me encantan. Este año hicimos unos en mi casa y fue muy agradable.

Septiembre es el mes perfecto para comer pozole y, si hay alguna comida que amo más que los tacos y las enchiladas, es el pozole.

También me gusta septiembre porque puedo dejar salir con mayor placer a mi grinch antinacionalista. A veces mi crío y mi sobrina se sacan de onda con esto, pero ya aprenderán. Lo siento morros, son los gajes de tener un padre y tío historiador y que no es fan de Enrique Krauze ni de León-Portilla.

Septiembre es chido porque también cumple años mi hermana. Tengo solo una. Y un hermano, pero él es de enero. Y en el cumple de mi hermana solemos pasarla bien a gusto en familia.

Pero, como dije en el título de este post, antes septiembre me gustaba. Ya no tanto. Es decir, sí disfruto las cosas que acabo de mencionar, pero desde el año pasado, septiembre se volvió triste, trágico. Se convirtió en un mes de luto. Y no es para menos. El lado más brutal y sangriento de la clase gobernante (y en este punto no nos hagamos de la vista gorda, la clase gobernante en este país incluye a políticos, religiosos, empresarios y narcotraficantes) se dejó ver en todo su esplendor en el caso de los estudiantes de la Normal Rural Isidro Burgos que hace un año fueron desaparecidos. Un solo desaparecido es suficiente motivo para estar de luto, y en Iguala fueron 43 estudiantes, más los que murieron aquella noche, incluido aquel desafortunado jugador de fútbol.

Septiembre, el mes patrio, el mes en que muchos se hinchan el pecho presumiendo ser mexicanos. Septiembre, el mes que destapó la cloaca del gobierno y dejó ver no solo las desapariciones forzadas, también las fosas clandestinas, la colusión entre autoridades y criminales, la ineptitud y apatía del gobierno federal, la complicidad entre los diferentes partidos políticos, la colaboración de las fuerzas armadas y la policía con los señores de la droga. Es decir, la podredumbre en la que está envuelto este país.

Perdón, ya no puedo seguir escribiendo, tengo un hueco en el estómago y un nudo en la garganta...

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