Paternidad satisfecha o Todo lo que querías saber de la vasectomía y no te atrevías a preguntar*

Les voy a contar de cuando el urólogo me hizo la vasectomía. Pero primero unos antecedentes.

A los veintiún años fui padre. Muy mocoso y muy pendejo, la verdad. Entre otras cosas que hice en aquel entonces fue dejar la carrera que estaba estudiando y que de todos modos ya no me gustaba. En fin, por cuestiones de incompatibilidad y constantes malos ratos me alejé de la madre de mi crío, mas no de él.

Prácticamente desde que fui padre pensé en hacerme la vasectomía. Así que me informé al respecto y estuve pensándolo mucho tiempo.

Volví a tener pareja y le plantee mi deseo de someterme a la ya mencionada cirugía. Fue grato recibir todo su apoyo. Luego entonces me acerqué a la clínica del ISSSTE que me corresponde para comenzar con el proceso. He de decirles que es un desmadre.

El primer paso fue acudir a Medicina Reproductiva. Así le dicen en el ISSSTE a los servicios ginecológicos. ¿Será acaso que suponen que los varones no somos partícipes de la reproducción humana? Verán, cuando me acerqué a solicitar la consulta en esa área, la encargada de otorgar los turnos me miró extrañada.

¿Para quién es la consulta?, me increpó. Para mí. Pero, ¿para qué va ahí? Ahí hacen Papanicolaou, mastografías…, insistió. ¿Cómo que para qué? Es medicina reproductiva, ¿no? Voy por asunto de reproducción, le dije. Sí, pero, ¿para qué?, volvió a insistir. Quiero hacerme la vasectomía.

Una vez dicho eso me asignó un horario para la atención médica. Primer filtro social-institucional superado.

Asistí a la consulta ese mismo día. Por alguna extraña razón, en el ISSSTE te atienden unos quince minutos tarde, por lo regular. En el consultorio de Medicina Reproductiva tuve que esperar más de una hora. Al final decidí llamar a la puerta y preguntar si sería atendido o no. La enfermera me dijo que sí, que esperara. Al entrar, la doctora se excusó diciendo que los exámenes de Papanicolaou se tardan más de los 15 minutos asignados a la cita. Enojado, le respondí que entonces dieran los horarios de acuerdo al tipo de atención que se iba a brindar, para que sus tiempos no se solaparan unos sobre otros. Me vio feo.

Que a qué iba. A iniciar el proceso para la vasectomía. Que si estaba seguro. Sí. Que si ya no quiero hijos. No. Que si mi pareja está de acuerdo. Sí, y aunque no lo estuviera, es mi cuerpo. No señor, esta es una decisión que se debe tomar en pareja. No señora, es una decisión que debo tomar yo, y a mi pareja le corresponde, en todo caso, apoyarme o no; la cirugía se hará en mi cuerpo y yo decido en él. Se puso un poco más punk la discusión. Al final creo que me dio por mi lado y me mandó a hacer unos estudios de sangre.

Esos estudios no tardaron demasiado en llegar, la verdad es que no me acuerdo muy bien de las fechas. Una vez que estuvieron en manos de la ginecóloga que me atendió en Medicina Reproductiva, ésta me dio un pase para ser atendido en la Clínica de Especialidades y Cirugía Simplificada.

En esa clínica fui atendido por un urólogo, por fin. El sujeto es joven, no más de cuarenta años. Estuvo más relajado y menos inquisidor. Solo confirmó mi deseó de someterme a la cirugía y revisó los resultados de los análisis. Todo en menos de 10 minutos. Luego me dio fecha para pasar al quirófano.

Llegó el día de la cirugía y el urólogo no llegó. Que por un accidente de carro o algo así. Ni modo, me reprogramaron para un mes después.

Segunda oportunidad. Sí llegó el urólogo. Cabe decir que llegué con veinte minutos de anticipación y di aviso al responsable de informar al médico especialista. Aun así, pasada una hora y media de estar esperando, me llamaron por teléfono para preguntarme si sí me iba a presentar a la cirugía.

Pasé a la sala de operación, que no era un quirófano. El urólogo tenía una buena selección de música, The Doors, Maldita Vecindad y los Hijos del 5° Patio, Molotov…

La anestesia fue algo así como un piquete de abeja en el escroto. Tardó un poco en hacer efecto tal inyección. No sé si me lo hubiera permitido el médico, pero no quise asomarme a ver. Tenía frío, por lo tanto era un poco difícil la maniobra. Sentía jalones, me dijo que estaba buscando los conductos deferentes. Uno de esos jalones llegué a sentirlo en el abdomen, del lado donde estaba hurgando el cirujano. Fueron más o menos 30 minutos los que estuve en la camilla de operaciones. Ya luego me suturó y me entregó una jeringa donde estaban guardados los dos conductos extraídos. Ambos de aproximadamente una pulgada de longitud.

Así es la hoja de alta que me dio el urólogo.
No salí adolorido. Solo tenía una sensación como esa que se produce cuando camino demasiado y luego no puedo mover bien las piernas. Mi pareja, su mamá y un amigo mío estaban esperándome. Lo primero que me dijeron fue que caminaba como charro recién bajado del caballo.

Los siguientes días fueron de caminar despacio, no hacer esfuerzos, no cargar cosas pesadas y ese tipo de cuidados que me recomendó el médico. Los puntos se cayeron solos. Tres meses después acudí al laboratorio para nuevos análisis los cuales leyó el urólogo y me informó que el proceso había concluido satisfactoriamente.
Este es el diagrama de lo que hacen en la cirugía. Imagen tomada de www.androsmedic.com

Hoy me siento bien. Me llama la atención que en mi caso sí hubo gente que trató de persuadirme para cambiar mi opinión. La primera fue la señora que da los horarios para las consultas. La segunda y más persistente fue la ginecóloga de Medicina Reproductiva, con la que casi me agarro de las greñas (es broma, no llegamos a tanto). En cambio, el urólogo nunca trató de convencerme de desistir y, a pesar de los retrasos en las consultas y la postergación de la cirugía, el trato que me brindó muy amable y profesional.

Y sí, siempre es agradable contar con el apoyo de mi pareja, mi familia y mis amigos. Gracias.

* El título opcional es sugerencia de El Muerto.

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