Pensamientos aislados en torno a la posición de la humanidad respecto del universo (parte 1)

Las religiones politeístas (antiguas y contemporáneas) asocian los elementos naturales con presencias, esencias, espíritus, almas y otros tipos de entidades no tangibles. Para estos sistemas de pensamiento, lo sagrado se encuentra en lo cotidiano, en los fenómenos naturales, en el ecosistema, en el suelo que nos sostiene. La humanidad es solo un elemento más dentro de la grandeza de la existencia. Y, como tal, necesita establecer relaciones cordiales, positivas y respetuosos con todas las entidades tangibles y no que conforman la realidad en que vive. De ahí que quienes practican estas religiones suelen comunicarse mediante rituales con la tierra, el bosque, el agua, etcétera.

El monoteísmo de las tres religiones con más feligreses en el planeta disocia a lo sagrado de lo tangible de manera tajante. Dios es uno y es omnipresente, de tal suerte que, si está en todos lados, también es cierto que no está en ningún lugar específico jamás. El hombre, normalmente así, sin la mujer, está hecho a imagen y semejanza del dios único, y la creación, incluyendo aquí sí a la mujer, le fue dada para satisfacer sus necesidades. Ya no hay necesidad de establecer relaciones cordiales con la naturaleza, ya que ella está al servicio del hombre. Si le sumamos que se considera a la vida terrenal como un valle de lágrimas al que hemos venido a sufrir, se entiende también el terror que el entorno provoca en las conciencias.

La Ilustración vino a quitar del centro del universo a Dios y a colocar en su lugar al Hombre, otra vez así, sin la mujer y muy a pesar de los esfuerzos de Wollstonecraft, Gouges y demás pensadoras. Siendo el hombre el centro de la existencia y siendo la razón la justificación suficiente para colocarlo en tal pedestal, todo aquel ser vivo que carezca de la capacidad de razonar es explotable para satisfacer las necesidades del hombre. Y en esta última categoría se agrupan todas las formas de vida del planeta, y también se incluyen a las mujeres. Tampoco hay necesidad de establecer relaciones cordiales con la naturaleza porque esta no posee raciocinio y por lo tanto se le puede explotar sin más. Y sí, la Revolución Industrial hizo gran uso de tales preceptos.

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