A hard day’s night

Hoy fue un día cansado, anormal. Todo comenzó por la mañana. Tomé la bicicleta de mi hermano (él me dijo que podía hacerlo) y con ella llegué de mi casa al trabajo. Algo así como casi 11 kilómetros. Me cansé, me sentí muy bien.

En el trabajo hubo un poco de estrés y presiones, nada fuera de lo normal. Al terminar la jornada tomé la bici, que había dejado amarrada a la jardinera frente a la entrada de la oficina, y me encaminé hacia mi escuela. Todo iba muy bien, cansado, pero muy bien. Son algo así como 9 kilómetros y medio. Cuando no me faltaban más de 10 minutos de viaje, escuché algo así como una ligera explosión. La llanta trasera de la bici se había reventado.

Me quedé varado un rato, pensando en las alternativas. Decidí solicitar apoyo vial. En unos 20 o 30 minutos llegó mi hermano. Subí la bici a su camioneta, me dio un aventón a mi escuela y le invité unos tacos con salsa de piña.

Luego fui a ver a la jefa de carrera, que necesitaba unas lecciones sobre manejo de blogs. Estuve ahí un rato en el chisme, aprovechando para descansar un poco.

Leí un rato. Me encontré con la banda con la que debo exponer mañana y, supuestamente, nos pusimos de acuerdo para eso.

Ah, todavía me lancé a ver a los teatreros para que no me vayan a castigar por abandono prolongado.

Creo que, con justa razón, puedo poner esta rola.

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