Sin opción*

El presente es un diálogo entre un desempleado y alguien más. Escucharemos solo la voz del primero.

Desempleado: Me siento raro, mal de que haya pasado todo así. No, yo no quería que acabaran así las cosas. Todo fue… todo fue así, tan… no sé ni cómo explicarlo. Había problemas en la chamba, mucho trabajo y poca paga.

Desempleado: Pues mira, empezamos a hablar en corto, entre nosotros, a ponernos de acuerdo, a salir de la pasividad, de la pinche desidia. Y nos organizamos pues. La esperanza hizo que nos organizáramos. A fin de cuentas es eso, ¿no? Organizarnos, poco a poco. Porque no todos le quieren entrar. Yo, por ejemplo, me uní ya cuando llevaba rato esto.

Ya estábamos bien organizados. No nos íbamos a dejar. Nos apoyaba mucha gente: tranviarios, telefonistas, mineros, electricistas, campesinos, estudiantes, maestros. Gente de todas partes. Muy pocos le creían a la tele y sus mentiras.

Desempleado: (Emocionado.) ¡Teníamos las de ganar! El pueblo de nuestro lado. (De pronto su rostro se torna triste, como decepcionado.)

Desempleado: ¿Cómo que qué pasó? Pues que al gobierno le valimos madre, puro desentendimiento. Se lavó las manos después de haber firmado nuestra sentencia de muerte. Y para colmo, ahí van los de la dirigencia de lamebotas, esos cabrones nos vendieron por tres pesos y un bistec. Se fueron por la vía pacífica, por la vía “legal” (hace el entrecomillado con las manos), pero nosotros no tenemos nada, para nosotros no hay legalidad. Y claro, no nos gustó eso, digo, se siente una mezcla de odio, de rabia, de impotencia. Créeme, la intolerancia crece a niveles descomunales.

Desempleado: Siendo sincero, yo pensaba que esta vez las cosas sí iban a cambiar. Tenía toda mi esperanza puesta en que las cosas fueran diferentes. Pero como te digo, pasó lo de siempre: peleas entre la misma banda, agresiones, primero con palabras, y luego… luego hasta nos agarramos a golpes. Yo creo que es normal que siempre en las asambleas y en todos lados haya diferencias. No a todos nos va a convencer lo mismo. Y en estas asambleas había mucho antagonismo, muchas opiniones que chocaban; y muchas veces no existían argumentos, sólo se repetía lo mismo una y otra vez sin escuchar al resto. Aunque a veces creo que más que oposiciones, lo que reinaba era la duda.

Desempleado: Sí, la pinche duda, esa incertidumbre. Y no, no era para menos, de la noche a la mañana nos dejaron sin chamba a miles, no echaron a la calle, así nomás, una patada en el culo y sáquense a la chingada. La pinche duda.

Y también la ignorancia, como dices, esa falta de interés de algunos o de la mayoría. Eso fue precisamente lo que hizo que nos pudieran dividir… y nos dividieron. Ya sabes, con rumores, con engaños, con amenazas… con esos pinches orejas que infiltraron entre la banda.

Desempleado: Y no nada más nos dividieron, nos partieron la madre. Y no hablo de que nos dejaron sin chamba, hablo de que esos pinches militares nos partieron la madre.

Decían que defendiéramos nuestro trabajo. Y pues sí, lo defendimos como pudimos, pero, ¿cómo lo íbamos a defender de sus armas?, ¿con pinzas y cables? (El Desempleado calla un momento, escuchando a su interlocutor.)

Desempleado: Y luego también… también eso de la liquidación. Quieras o no pues, no sé…

Desempleado: Mira, al principio yo me indigné, ¿cómo iba yo a traicionar al movimiento? Yo no iba a ser un traidor. Me negué rotundamente. Pero no es fácil, hay presiones, hay deudas, hay compromisos y, sin varo, pues no, no es fácil. No, no quería que las cosas acabaran así, pero de verdad no tuve otra opción.

* Este "monólogo" forma parte de la obra de teatro colectiva Reflejos, de Teatro X'beenotik, en la que yo participo. Más adelante les platicaré sobre ese montaje.

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