Agradecido con quienes brindan un café o unas galletas a los familiares de pacientes en las salas de espera de los hospitales

Por azahares del destino, el 31 de diciembre pasado estuvimos en una sala de espera del servicio de urgencias de un hospital del IMSS al sur de esta Ciudad de México. A decir verdad, no es un hospital feo, ni olvidado de la mano de dios.[1]

Aunque siempre es estresante y un poco deprimente estar en urgencias, afortunadamente no se trató de un asunto grave. Y para nuestra buena fortuna, a las 10 pm ya estábamos en casa preparando la cena para recibir el año entrante.

No sé si haya sido por ser la noche de año nuevo (nochevieja le dicen los gachupines[2]), pero el caso es que vi varias muestras desinteresadas de afecto. En varias ocasiones se presentaron individuos, ciudadanos de a pie, a compartir una bebida caliente o un bocado.

Al menos mientras yo estuve en la sala pasaron: una señora y su hija, clasemedieras trándole a clasemediaalteras, a ofrecer café y galletas; una pareja, clasemediera tirándole a clasemediabajera, a ofrecer tortas; una familia, clasemediera tirándole a clasemediaaltera, a ofrecer café, té, café y pan dulce. Yo ya había cenado, así que el primer café no lo acepté, no me hacía falta, mejor que lo tomaran los demás. La torta sí la acepté porque sentí gacho que casi nadie se acercaba a recibirla, y luego la guardé, lo cual fue bueno porque cuando salió mi paciente tenía harta hambre y la torta le cayó de perlas. Y el segundo café sí lo acepté, porque me estaba quedando bien dormido y eso no está chido en la sala de espera.

En cada una de las ocasiones experimenté una agradable sensación al saber que gente desconocida ofrecía un poco de lo suyo para reconfortar a quienes estábamos pasando la tarde-noche en el hospital. Me imagino que la noche del 24 de diciembre también hubo gestos similares.

Recordé después que a fines de septiembre también estuve en una sala de espera, de otro hospital en la Zona de Hospitales. En aquella ocasión eran religiosas y laicas quienes se acercaban a la gente para ofrecer fruta, galletas y otras cosas que no recuerdo.

Este tipo de actos me hace recobrar la fe en la humanidad. Y, considerando que estábamos saliendo del hospital, lo que implica una situación complicada y por lo regular amarga, me dejan un buen sabor de boca.

En esas ocasiones agradecí a quienes brindaron tal apoyo. Que quede este post como constancia de mi agradecimiento hacia cada una de esas personas. No sólo para aquellas de quienes recibí un café o una torta, sino para todos los que en un momento de su vida han ayudado a los demás sólo porque sí. Gracias. :D

[1] Con minúscula, para que usted elija el nombre del dios en cuestión.
[2] Sin connotaciones despectivas.

Comentarios