Apuntes sobre "La identidad nacional. Entre la patria y la nación: México, siglo XIX", de Catherine Héau-Lambert y Enrique Rajchenberg S.

Nota aclaratoria: El presente es un texto mío, escrito para comentar el artículo "La identidad nacional. Entre la patria y la nación: México, siglo XIX", que publicaron Catherine Héau-Lambert y Enrique Rajchenberg S. en la revista Cultura y Representaciones Sociales.*

Hagámonos una pregunta básica: ¿qué entendía la sociedad mexicana del siglo diecinueve como México? Esta parece ser la pregunta que detona el texto de Héau-Lamber y Rajchenberg. Claro que para buscar una respuesta a este cuestionamiento básico se deben aclarar otros aspectos. Por ejemplo, ¿qué es México, una patria o una nación?, ¿existe diferencia entre patria y nación? Y bueno, hay que darle un toque que provoque la curiosidad en el lector, algo que lo confronte con lo que supone saber acerca del periodo a estudiar, así se proponen responder a ¿por qué Benito Juárez, indudable patriota, firmó un tratado, el McLane-Ocampo[1], por demás beneficioso para los Estados Unidos y perjudicial para México?

En general, la diferencia que los autores proponen entre el concepto de patria y el de nación es que el primero se refiere a la tierra en la que nace un individuo y a la que por razones afectivas se siente adscrito, ligado. Es decir, un sujeto que ama a su tierra está manifestando el amor por su patria, por el lugar de donde son sus ancestros y de donde él mismo es. Por otro lado, la nación es más bien un proyecto político que una cuestión de amor a la tierra, y por lo tanto es un concepto muy posterior al de patria.

A lo largo del artículo defienden la idea de que el norte siempre fue considerado como una parte ajena a la patria mexicana. Desde la fundación de Tenochtitlan, durante la Nueva España y en el siglo XIX esta zona es diferente, no forma parte de lo que se considera mexicano. Esta forma de ver el norte, esta manera de imaginarlo es la que, a decir de Héau-Lamber y Rajchenberg, sustenta el hecho de que muchos políticos mexicanos del XIX hayan considerado viable ceder, o vender grandes extensiones de territorio al vecino expansionista del norte. Esto, al mismo tiempo, explica por qué López de Santa Ana vendió más de la mitad del territorio original de la nación mexicana.

Pero, ¿a qué se debe que se considere ajeno al norte del naciente país? Según el texto, existe una idea de norte agreste y nada productivo, con poca población y nada acostumbrada al trabajo regular, constante, y por lo tanto nada aprovechable para el trabajo en haciendas, minas, etc. Esta idea es la que permite que el presidente Juárez haya firmado sin aspavientos el mencionado tratado.

Ahora bien, si tanto el norte como el sur eran considerados ajenos a la patria mexicana, y si el norte lo era por su lejanía y por su población poco aprovechable para el trabajo, ¿qué razones habría para que el sur, desde el Istmo de Tehuantepec, se considerara fuera de la concepción de patria? Poco se habla al respecto, se menciona solamente que se debe a la abundante vegetación de la zona, pero no se indica la imagen del sur que existe en el ideario nacional.

Veamos, los autores dividen el territorio mexicano decimonónico en tres partes, norte, centro y sur. Proponen que lo que se entiende por patria es lo que después es conceptualizado como Mesoamérica, mientras que la zona árida del norte no es tomada en cuenta como parte de la patria. Sin embargo no consideran a la totalidad mesoamericana, sino que la cortan, como ya se ha dicho, a la altura del Istmo de Tehuantepec. Argumentan que tanto el norte como el sur resultan inhóspitos para los habitantes de la zona central: el norte por desértico y el sur por exuberantemente selvático.

Aquí tal vez sea preciso considerar que, tal y como lo menciona el artículo, es a partir de Clavijero que se trata de ligar históricamente a la población criolla del siglo XIX con los conquistados mexicah. Y si se entiende luego que el mito fundacional de la nación mexicana reside en un solo grupo indígena, como también lo dice el texto, se puede entender por qué el sur, espacio propio de los grupos mayas, no se considera parte de la patria, ya que esta región no figuraba en los dominios de los mexicah al momento de la llegada de los europeos y era, por lo tanto, un espacio político y cultural separado del poder ejercido desde el Anáhuac. Este mismo anclaje ideológico en la historia de los mexicah sustenta, afianza la idea de la separación entre el centro de la nación mexicana y el norte de la misma. Recordemos que, para la gente de Tenochtitlan, los pobladores del desierto eran todos chichimecas (un adjetivo por demás denigrante), eran bárbaros, salvajes y ajenos a la civilización.

México es entonces una patria más que una nación y sus límites geográficos coinciden más o menos con los que tenían los mexicah antes de que llegaran los europeos. Es este sentimiento patriótico ligado solo al centro del país el que le permite a Juárez firmar el McLane-Ocampo que, si nos fijamos detenidamente, no atentaba realmente contra la integridad del territorio considerado como auténticamente mexicano.


* Artículo disponible en http://www.culturayrs.org.mx/Revista/num4/Rajheau.html (Consultado el 29/08/2013)
[1] El tratado se firma en 1859, "en sus cláusulas se establece el derecho de tránsito a perpetuidad de mercancías y personas del vecino del norte entre dos puntos que unen el Golfo de México y el Pacífico —Matamoros y Mazatlán—, y en el sur, por el Istmo de Tehuantepec", así mismo incluye "una cláusula que autoriza a los Estados Unidos intervenir militarmente si en dichas rutas se presenta una amenaza para el libre tránsito." p. 44

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